La educación en
la revolución…
Los historiadores clásicos del liberalismo mexicano,
don Jesús Silva Herzog entre otros, nos precisan las características de las
tres revoluciones que el pueblo de México realizó en un siglo (1810-1910), nos
señalan el carácter popular; la expresión violenta contra el orden legal
establecido; el ideario democrático, liberal, republicano; y la carencia de un
partido político como organizador del proceso revolucionario. En cambio,
destacan la existencia de caudillos, militares, sacerdotes, intelectuales y
personalidades con un liderazgo, que saben organizar, tomar decisiones, poseer
un ideario y la decisión de ponerse al frente de un movimiento social, donde lo
menos que se arriesga el la vida personal a cambio de impulsar un cambio en la
sociedad mexicana.
La Revolución de Independencia (1810-1821) dirigida
por Hidalgo, Morelos, Aldama, Guerrero y otros, unificó a las etnias, mestizos
y criollos, así como a peninsulares y a algunos criollos que anhelaban formar
un gobierno autónoma de la monarquía española, su ideario era liberal,
republicano, independentista y democrático; el triunfo de los insurgentes sobre
los realistas dio principio a la organización de la nación, sociedad y Estado
Mexicanos.
La Revolución de Ayutla y Reforma Liberal (1854-1867)
aglutinó a políticos, militares y sectores de la sociedad mexicana interesados
en construir una Sociedad Civil capaz de gobernarse con independencia de la
Iglesia Católica, de la Monarquía Española y de la monarquía europea que los
franceses querían imponer a los mexicanos; el triunfo de los liberales sobre
los conservadores sentó las bases jurídicas para la consolidación del Estado
Mexicano, Republicano, Liberal, Federal y Democrático.
La Revolución Mexicana (1910-1917), movimiento social
inesperado por el gobierno del Gral. Porfirio Díaz, su gabinete y gobernadores
afines, se inició como todos los grandes acontecimientos históricos, por luchas
sociales aisladas, reivindicativas de orden económico, social y de poca
magnitud política. La actitud represiva del gobernante con más de 33 años de
estancia en el poder, generalizó una protesta política, un proceso de
organización política-electoral, aprovechando la coyuntura electoral de 1910,
donde el Sufragio Efectivo y la No Releción, Tierra y Libertad y la tierra es
de quien la trabaja, tomó una dimensión jamás imaginada por el general Díaz.
La irrupción violenta de las masas, como lo afirma
Gilly en su interpretación de la Revolución Mexicana, aceleró un proceso
organizativo de los campesinos, obreros, clases medias, políticos liberales
moderados y radicales, así como personalidades que formaban parte del gobierno,
más no del partido porfirista, desembocando en un proceso eleccionario,
democrático y demandante del respeto a la voluntad popular (Sufragio Efectivo)
y la necesidad de un cambio de funcionarios (No Relección), que superó la lucha
democrática para transformarse en una lucha político-militar.
La lucha armada entre el ejército porfirista-huertista
y el Ejército Constitucionalista, la poderosa División del Norte y del Ejército
Zapatista del sur del país, generó un estado de violencia en el campo y centros
urbanos, donde los revolucionarios triunfaron sobre los porfiristas, instalando
la Convención de Aguascalientes, el Congreso Constituyente de Querétaro y la
promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
La nueva Constitución y sus leyes secundarias dieron a
los gobiernos cauce para regular la propiedad de la tierra, el ejercicio de los
derechos sociales y políticos, el derecho a la educación pública, como un
asunto de Estado, una educación laica, obligatoria y gratuita.
En materia de educación, como en todos los órdenes de
la vida nacional, se han dado cambios de acuerdo a la evolución social, a los
nuevos contextos nacionales e internacionales. En educación como en otros
renglones de la vida pública, nos retroalimentamos de la historia nacional,
como maestra de la vida, con la imperiosa necesidad de enfrentar los retos
actuales y futuros que nos impone el contexto internacional.
La educación de nuestro tiempo, demanda formación de
valores cívicos para consolidar una sociedad democrática; una formación ética
que nos obligue a ser respetuosos, responsables y honestos para con nosotros
mismos y con los demás; y un conocimiento amplio de ciencia y tecnología como
una forma de explicarse los fenómenos de la naturaleza y el uso transformador
de la naturaleza y del pensamiento social mediante los recursos tecnológicos.
Debemos aprender y enseñar el uso adecuado de las
tecnologías de la información y la comunicación. Recordemos que los contenidos
informáticos de las TICs, lo mismo forman que deforman el conocimiento, la
interpretación de la realidad social y la formación del pensamiento de las
nuevas generaciones. Hasta mediados del siglo XX considerábamos que la escuela,
la iglesia, la familia y la comunidad, formaban valores, educaban, instruían y
definían el carácter de nuestra organización familiar. Esto ha cambiado
radicalmente los últimos años y mientras vuelve la familia, la escuela y la
iglesia, a retomar su liderazgo ideológico, las generaciones actuales de niños
y adolescentes sufrirán los estragos de la descomposición social que ha
empezado a dejar sentir sus efectos.
La educación pública y todas las entidades públicas
del país, deben hacer la parte que les corresponde, para lograr en tiempo
razonable, junto a las entidades privadas, un retorno a la formación de valores
morales, cívicos, históricos, políticos y sociales, capaces de sentirnos
orgullosos de nuestro pasado, nuestros héroes y de aquellos hechos históricos,
como la Revolución Mexicana, que hicieron posible que millones de mexicanos
gozáramos de educación pública, salud pública y seguridad pública.
En el 2010 celebraremos el centenario del inicio de la
Revolución Mexicana y el bicentenario del inicio de la Revolución de
Independencia, lo haremos con una sociedad y un sistema político democráticos o
con una nueva revolución, ésta es la interrogante.
♥.- Citlalli Flores.
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